#️⃣ 🎃 Adultos Disfrazados y Fantasmas Reales: Una Mirada Latina al Halloween Americano | Luigi Torres
🎃 Adultos Disfrazados y Fantasmas Reales: Una Mirada Latina al Halloween Americano
Por Luigi TorresHalloween en tierra ajena, con corazón latino. Adultos Disfrazados y Fantasmas Reales: Una Mirada Latina al Halloween Americano
Desde que llegué a Estados Unidos hace casi dos años, Halloween se convirtió en una de esas tradiciones que no dejé pasar sin observar con atención. En Colombia, y en muchos países de Latinoamérica, nuestras celebraciones de muertos y espíritus tienen un sabor muy distinto, una mezcla profunda entre respeto, memoria y algo casi sagrado. Aquí, sin embargo, vi cómo esa noche se transformaba en un desfile de adultos disfrazados, una especie de carnaval que a veces pareciera borrar, más que recordar, los fantasmas reales de nuestras vidas.
Recuerdo una noche de octubre, caminando por un barrio en Colorado, donde las casas brillaban con luces naranjas, calabazas talladas y figuras terroríficas. Adultos con máscaras, pelucas y atuendos extravagantes animaban la calle, no solo los niños con sus bolsitas buscando dulces. Todo parecía una fiesta de disfraces donde la ilusión y el juego dominaban el ambiente. Pero, mientras tanto, en mi cabeza no podía dejar de pensar en esos "fantasmas reales" que vemos en nuestras comunidades latinas: la nostalgia por la familia que quedó lejos, la lucha diaria por sobrevivir y construir una nueva vida, el silencio que a veces esconden las paredes de cada casa.
Esa noche me di cuenta de que aquí, en esta cultura que celebra el miedo con risas y colores, nosotros, los latinos, vivimos un Halloween distinto, aunque a veces no tan visible. Porque nuestros verdaderos fantasmas no se disfrazan ni piden dulces; están en la ausencia, en las historias que guardamos con cariño, en el eco de los que ya no están. Y mientras los adultos americanos juegan a ser monstruos, nosotros aprendemos a convivir con sombras que nos hacen fuertes y nos unen como comunidad.
Quizá esa sea la belleza de vivir entre dos mundos: disfrutar de la diversión y el espectáculo de Halloween, pero sin perder la conexión con esas raíces profundas que nos recuerdan quiénes somos y de dónde venimos. Entre los disfraces y las luces, hay un espacio para reflexionar sobre lo que realmente significa enfrentar nuestros propios fantasmas, no solo los que asustan por fuera, sino los que habitan dentro.
Así, con esta mirada latina, celebro Halloween como un puente, un momento para compartir, para entender que más allá del miedo o la fiesta, todos tenemos algo que recordar y honrar, aunque sea en silencio.
1. La primera impresión: luces, máscaras y fiesta
Recuerdo claramente mi primer Halloween en Colorado. Octubre ya traía consigo ese aire frío que apenas empezaba a conocer. Las hojas caídas pintaban las aceras de rojo y amarillo, y las casas parecían sacadas de una película: telarañas falsas, esqueletos colgados, calabazas con caras burlonas y luces naranjas parpadeando. Al principio pensé que solo era para los niños, como en Colombia, donde Halloween se celebra, pero sin tanta parafernalia. Pero no. Aquí también los adultos se disfrazan, y no con poco entusiasmo.
Esa noche, mientras caminaba por el vecindario, vi a hombres vestidos de superhéroes, mujeres como brujas modernas, familias completas convertidas en personajes de series, películas, monstruos y criaturas de fantasía. Era un espectáculo. Divertido, sí, pero también un poco desconcertante. Y fue ahí, en medio de esa alegría disfrazada, donde sentí algo más profundo.
2. Los fantasmas reales de los latinos inmigrantes
Mientras los americanos celebraban con máscaras y risas, yo pensaba en otros "fantasmas". Los que uno no ve, pero que se sienten en el pecho. El fantasma de la nostalgia, cuando extrañas a tu mamá, a tu papá, a tus hermanos que están lejos. El fantasma del miedo, cuando no sabes si vas a poder pagar la renta del mes o si ese trabajo temporal durará lo suficiente. El fantasma del idioma, que muchas veces te hace sentir torpe, callado, invisible. Y también el fantasma del estatus migratorio, ese que te quita el sueño pensando en si podrás quedarte, trabajar, salir adelante sin ser detenido o deportado.
Estos son nuestros fantasmas, los que no necesitan disfraz porque están ahí, presentes cada día, en el trabajo, en la casa, en el corazón.
3. Un contraste cultural: de la muerte como fiesta a la muerte como negocio
En Colombia, el Día de los Muertos tiene un tono más solemne, más íntimo. Visitamos los cementerios, llevamos flores, recordamos a los que ya no están. No nos disfrazamos. No hay dulces ni sustos. Es una fecha para honrar, no para asustar. En México, por ejemplo, la celebración del Día de Muertos es colorida y alegre, pero sigue siendo profundamente espiritual.
En Estados Unidos, sin embargo, Halloween es más comercial. Es una industria entera que mueve miles de millones de dólares en disfraces, dulces, decoraciones y eventos. Se celebra el miedo, pero de forma lúdica. No se recuerda a los muertos, se juega con ellos. Y como latino, eso al principio choca. Porque nuestras raíces nos enseñaron a tenerle respeto al más allá, no a convertirlo en negocio.
4. El disfraz como escape… ¿o como reflejo?
Me di cuenta también de algo curioso: muchos adultos se disfrazan no solo por diversión, sino como una forma de liberarse. De salir del estrés, de las rutinas, de sus miedos personales. En cierto modo, todos llevamos una máscara, y Halloween nos da permiso de mostrarla por fuera. Eso me hizo pensar en cómo nosotros, los inmigrantes, también vivimos muchas veces disfrazados.
Nos disfrazamos de fuertes cuando por dentro estamos rotos. Nos disfrazamos de seguros cuando no sabemos qué hacer. Fingimos que todo va bien para no preocupar a la familia que quedó en casa. Y ese disfraz, aunque no se note, también pesa.
5. Aprender a convivir con las sombras: integración sin olvidar las raíces
Vivir entre dos culturas es un reto diario. Pero también una oportunidad. Aprendí a disfrutar Halloween, a tomarlo como una excusa para compartir, para reír, para ver la creatividad de la gente. Pero no dejo de lado mis raíces. Cada 2 de noviembre, en silencio, prendo una vela por mis abuelos, por mis muertos, por los que ya no están. Porque esa parte no se olvida, no se cambia, no se disfraza.
Integrarse no significa dejar de ser quien eres. Es simplemente aprender a convivir. Y eso también forma parte del famoso sueño americano: ser uno mismo, con todo lo que eso implica.
6. Los verdaderos fantasmas del inmigrante latino
Detrás de cada historia de inmigración hay fantasmas que nos acompañan:
El fantasma del idioma, que nos hace sentir torpes o limitados.
El fantasma del “no pertenezco”, cuando el acento o el color de piel nos separa.
El fantasma de la incertidumbre legal, que pone nuestra vida en pausa.
El fantasma de la discriminación, que a veces aparece en forma de comentarios sutiles.
El fantasma del sacrificio, ese que dejamos atrás para empezar aquí de cero.
Estos fantasmas son reales. Pero también son parte de la historia. Y enfrentarlos, aceptarlos, hablar de ellos… es parte del proceso de sanar y crecer.
7. De la fiesta a la reflexión: ¿cómo celebrar siendo consciente?
Hoy, como inmigrante, celebro Halloween con respeto, pero también con conciencia. Me disfrazo si quiero. Reparto dulces si puedo. Pero sobre todo, uso esa noche para reflexionar. Para recordar que detrás de cada sonrisa hay una historia. Que los fantasmas no siempre asustan: a veces solo necesitan ser escuchados.
A mis hermanos latinos que están en este camino, les digo: celebremos, sí, pero sin olvidar lo que somos. Usemos las máscaras para divertirnos, no para escondernos. Porque nuestra historia también merece ser contada, incluso (o especialmente) en la noche de los fantasmas.
8. Conclusión: Una mirada latina que no se disfraza
Halloween me enseñó que no todo lo que asusta es malo. Que hay belleza en las diferencias. Que hay espacio para ser nosotros mismos, incluso en medio de una cultura tan distinta. Somos más que inmigrantes: somos portadores de historias, de tradiciones, de aprendizajes.
Y si algo he aprendido en estos casi dos años en Estados Unidos, es que nuestras sombras también nos hacen brillar. Que nuestros fantasmas, lejos de debilitarnos, nos recuerdan todo lo que hemos superado. Y que, entre luces naranjas y calaveras de plástico, también hay lugar para la memoria, la esperanza y la unión.
Soy Luigi Torres, colombiano e inmigrante. Vivo, escribo y comparto desde mi experiencia. Este blog es un espacio para contar lo que otros callan, para reír, llorar y aprender juntos. Te invito a seguir leyendo, a comentar, a compartir tu historia. Porque todos, en el fondo, somos parte de este viaje.
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